A menudo oímos a personas que se sienten dañadas por otras personas, que sienten que han «jugado» con sus emociones y culpan a los otros de su tristeza y su rabia y ponen la total responsabilidad de su bienestar en que la otra persona cambie, o le pida disculpas o que sufra un mal terrible como venganza por lo que le ha hecho… Si esto es así estamos dándole el poder de nuestro bienestar a otra persona, el poder de que si él hace esto yo estaré bien; si él, tras su propio proceso, decide pedirme perdón, entonces estaré bien; si ella pierde el trabajo yo me sentiré genial (qué famosa y dolorosa frase del «ojo por ojo…»); si tú lo decides yo estaré bien. Qué sentencia más injusta, verdad?
Cuando estamos inmersos en toda esa rabia o en esa lástima hacia nosotros mismos nos cuesta mucho oír que nosotros somos responsables de estar así,que lo que te pasa depende de ti, porque de repente nos sentimos inseguros y respondemos: ¿Qué quiere decir? ¿Que nuestra rabia y tristeza, que me llevan acompañando durante los últimos meses, están ahí porque yo lo he querido? ¿Y qué pasa ahora con lo seguro (aunque a disgusto) que me sentía con esas emociones?. Pues que llega el momento de que cojas tú las riendas, de que analices la situación que te ha llevado a este estado y descubras aquellas cosas que TÚ has hecho para acabar así. Seguro que las cosas que ha hecho el otro las tienes estudiadísimas pero no te han servido para mejorar, verdad? Entonces vamos a darle la vuelta:
1) Busca aquellas cosas que dijiste o hiciste para que la otra persona reaccionara de aquella manera (un amigo muy querido que ha dejado de llamarte, una pareja que cada vez se aleja más, tu hermano que no te habla…). Echa la vista atrás y verás que siempre hay algo que tú has hecho para alimentar (e incluso producir en primera instancia) el círculo vicioso del malestar.
2) Intenta reparar el dolor, tanto el que hayas podido producir en la otra persona como el que te has producido a ti mismo. ACEPTA que tú también has sido responsable de la situación, ACEPTANDO QUE FUISTE PARTE DEL PROBLEMA ACEPTAS QUE ERES PARTE DE LA SOLUCIÓN.
3) Comienza a perdonarle y a PERDONARTE, lo hicisteis de la forma que supisteis y que pudisteis en ese momento. A partir de ahora seguro que estás más atento y evitas dañar (y que te dañen) de esa forma.
La leyenda de la mariposa azul: lo que te pasa depende de ti:
¡Felicidades, acabas de pasar de la DESTRUCCIÓN (tristeza, rabia, lástima..) a la CONSTRUCCIÓN (observación, cambio, esperanza, responsabilidad…)!
Laura Blasco Barrena
Psicóloga en Espacio Mente y Salud – Zaragoza