Sin duda la educación y  la crianza es una de las más apasionantes y a la vez desafiantes tareas que se nos pueden presentar. Todo un reto empatizar con la infancia y crear vínculos sanos dentro de la familia.
Tanto padres y madres, como cualquier otra persona implicada en la vida del niño/a intentan desarrollar el  potencial del niño y acompañarlo hacia el éxito en todas sus facetas. Nuestro objetivo es el desarrollo global de su personalidad, así como favorecer su desarrollo cognitivo-motor y afectivo-social.

Pero a veces sentimos que no lo hacemos bien, ya que es difícil desde nuestra mirada como adultos, con una  historia previa  experiencias positivas y negativas, y contando, además, con un contexto socio-laboral que no siempre favorece ser un buen referente para nuestros hijos las 24 horas el día, ya que al final de la jornada la aparición del estrés y el cansancio es inevitable. El adulto acompaña los aprendizajes que ellos todavía no han atravesado, e intenta ver el mundo como ellos lo ven, por ello, vamos a intentar dar algunas pautas para que podamos empatizar con ellos y ayudarlos de una forma más precisa y eficaz:

-No restes importancia a lo que el niño se la da: a menudo se nos olvida que nosotros también fuimos niños y necesitamos una serie de experiencias emocionales para poder madurar. Cuando el niño nos transmita preocupación, alegría, enfado… cualquier emoción relacionada con algo que ha vivido, debemos entender que ha sido algo lo suficientemente importante como para provocar estas emociones en él, y así debemos tratar esa información. Acompañarle  y ayudarle en la gestión de esta emoción desde el prisma con el que él la ve le aportará seguridad, al sentirse comprendido y arropado. Por ello, es de suma importancia ayudarles a identificar y poner palabras a lo que les ocurre, así como ayudarles a pensar ya que las palabras y el diálogo son siempre sanadores.
-Démosles pautas concretas y específicas: ¿cuántas veces hemos utilizado frases como «pórtate bien“ o ”así no se hace”? Quizás nosotros, como adultos entendemos a que se refieren estas pautas, pero no olvidemos que los niños están en una etapa de constante aprendizaje y evolución y por lo tanto, hay muchas cosas que les quedan todavía por aprender. Es muy importante que les acotemos  y especifiquemos al máximo qué esperamos de ellos o qué les pedimos  porque un “pórtate bien” dependiendo del contexto y la persona puede significar “quédate sentado y callado” y en otro contexto diferente puede ser “habla con los demás e interésate por ellos”. Por lo tanto, las pautas ambiguas y abstractas en etapa de aprendizaje crean en el niño confusión e inseguridad, así que es importante tratar de concretarlas al máximo y que el propio niño sea capaz de evaluar si está actuando de forma correcta o no.
-Dejémosles tomar sus propias decisiones: la toma de decisiones es una capacidad que va a marcar gran parte de nuestra vida como adultos, por lo tanto, es importante que durante la infancia y adolescencia ya vaya configurándose y poniéndose en práctica. Por supuesto, hay decisiones que ellos no pueden tomar todavía por su etapa madurativa, pero otras muchas sí, como organizarse el tiempo de estudio, las tareas, decidir qué aficiones o actividades extraescolares quieren probar…No olvidemos que los niños no son una copia de sus adultos de referencia, pueden tener gustos, aficiones e ideales diferentes y debemos permitirles desarrollarlos e ir conociéndose y descubriéndose a ellos mismos. Además, todo esto contribuirá a que el niño compruebe las consecuencias de sus decisiones y pueda responsabilizarse de éstas, algo primordial en el proceso evolutivo.

Hemos resumido 3 de las claves que pueden resultarnos útiles en la educación y crianza de los niños, siempre partiendo de la empatía, la comprensión y el respeto, los cuales han de ser siempre nuestros guías.
Educar es comunicación, educar es cuidar de la vida y no siempre es fácil. Hay un proverbio africano que dice que hace falta toda una tribu para educar a un niño.

Cristina Lambán Sánchez